No me asusta este sueño de humo,
sí la edad en que dejas de soñar...
Por eso temo dejar de hacerlo
y olvidar los anhelos ancestrales,
extraviar las más bellas palabras,
perder una metáfora en una lágrima
o beberla en una copa de champán,
brindando por la Vida.
Quiero percibir todo lo que me circunda.
Aromas, agua, arena, los vuelos de las aves y el rumor del mar.
¡Y lo extinto en rebeldía!
Sentir mis dedos sobre mis labios, diciéndote... ¡Adiós!
Y, en este eterno fluir que me prorroga,
abrazarme a la carnal palabra de tu nombre
o mecerme en un placebo perezoso.
No, no les temo a estos sueños de humo,
pues sin quererlo, suscitan una sonrisa
a orillas de mi ocaso, enrojeciendo al crepúsculo.
A. Elisa Lattke V.
¡Nunca digas adiós...!, (no sé de quién es la frase), pero se me ha venido ahora a la cabeza.
ResponderEliminarUn abrazo y sigue deleitándonos con tus letras.
Ya ves, sigo, amigo mío, dándome un regalo. UN regalo personal que lleva el alma de quien en silencio sabe de su sensibilidad y no pregona ser un bueno o mal escritor, pues reconoce sus limitaciones. Escribo con amor y corrijo con vergüenza. Reconocerlo, no es que me haga mejor ante la posible crítica, pero sí mejor ante la exigencia personal. Es lo que me vale. Y no siempre por ser despistada o precipitada. Es que mejor me vale ser atenta, porque me gustan mis ideas, mi forma de ver la vida u observarla y lo que hago con el corazón sin tantas luces, porque pueden echar humo en esa soberbia de la euforia y perderme en el, porque no hay nadie que me diga: Eh, 'rana' que te crees todo y sólo eres lo que eres y tu charca no es un lago.
EliminarUn abrazo por estar.